miércoles, 12 de julio de 2017

Irracional

Apenas tu hombre pasa el umbral lo mirás de hito en hito, y te quedás ahí, parada, quieta, solo tus pestañas se mueven de arriba abajo y tus cejas se enarcan, mientras tus fosas nasales reciben el aire con intensidad, esperando captar algún perfume floral barato. En esos cinco segundos, tu sexto sentido trabaja más rápido que tu razón (si es que alguna vez razonás). En ese momento, tus celos desbordan tu cuerpo, se materializan en tu mirada, que inquisidora, penetra cualquier objeto como un dardo certero. Tus ojos destilan odio, no amor, reflejan tu deseo de matar. Tus pupilas se dilatan, tus mejillas se sonrojan, y no de timidez. Tu boca sádica se desborda y tu lengua mordaz se adelanta para pronunciar esa primera oración de bienvenida diaria. Instintivamente, tus dientes asoman como un perro rabioso queriendo morder. Mientras tu cuerpo entero se desborda, estresado de tanta locura.
Esperás unos instantes, luego disparás con esa primera inquisición (en vez de saludarlo con un “buenas noches amor”) y lo recibís con un “¿de dónde venís? ¡Siempre llegas a las nueve y son las nueve y diez!”.
Estas poseída por tu imaginación, te pasas todo el día inventando historias, como si fuera que tenés en tu casa al príncipe azul que todas desean, pero en realidad es un príncipe sapo, que ninguna princesa quiere besar, que se pasó todo día trabajando y cargando bolsas de papas en pleno verano. En tu locura, creés que todas las mujeres quieren a ese hombre, que en su interior solo desea que ojalá fueran ciertas apenas una cuarta parte de todas tus fantasías, para tener así una gota de felicidad
Los celos, pintura de Natale Schiavoni (1777-1858), italiano.




No hay comentarios: