Cuando la tristeza furiosa
Te cala los huesos adormecidos.
Cuando las lágrimas apretadas
Empujan para salir.
Cuando la dicha cotidiana
Se esfuma al infinito.
Cuando ya nada sirve
Y no se descubre consuelo.
Hay que ceder los ejes
Y dejarlos gemir.
Hay que aprender a vivir
En el deshago lacrimógeno.