domingo, 28 de octubre de 2018

El placer de leer

Por las noches me quedó dormida leyendo un libro. Pero no una novela de Kundera, ni de Saramago. Sino una historieta de La Sirenita, o de Dinosaurios, o de Hércules. Vale de princesas, o de animales, o de monstruos. Acá no se le hace asco a nada. 
La lectura es fundamental; es el principio de todo; la palabra debe estar escrita o se la lleva el viento. Cuando ella se distrae conversando con algún lápiz, o una birome, (se le dio por hacer hablar a las cosas) o un oso, hasta con un amigo invisible, yo espero. Dejo de leer y cierro los ojos (por momentos me duermo de tanto sueño atrasado) hasta que ella nota que hay silencio y me dice: - !!!Mamá!!! Neé (leé en su media lengua).
Y me despierto y le digo por milésima vez en tantos años: -Si hablás el cuento se va volando por la ventana (esa frase me quedó grabada de las clases de Pedro Gómez, colega y amigo). A ver, sacate las papas de la oreja- simula sacarse.
- !!Lito!!
- Ahora cosete la boca y ponete un cierre- simula los movimientos con hilos invisibles.
- Mmm..mmm- y ya tiene la boca cerrada.
Continúo leyendo dos, cuatro, seis viñetas y me quedo callada y con los ojos cerrados medio dormida de nuevo; espero a ver si ya se durmió también pero... Ella repite: 
- Mamá neé. 
Y continúo, a veces a hasta terminar el libro de cuarenta y pico de páginas. Otras en la veinte el sueño le gana. 
Leo para ella todas las noches, a veces más de un libro. Hay días que fueron intensos y solo deseo dormir pero como negarme a leerle si es un placer que le quiero regalar. Todos tenemos el derecho de gozar de la lectura.


Pintura de Carlton Alfred Smith (1853-1946)