INTERTEXTUALIDAD DE
LA VIDA
Una vez me
preguntaron: ¿En qué creés?
La cuestión me
descolocó. Pues siempre he pensado en la negativa: por ejemplo: No creo en
Dios, o no creo en supersticiones. Entonces en qué creo. Razoné mi respuesta.
Llegué a la conclusión de que creo en la Literatura. Quizá suena paradójico no
creer en Dios pero creer en la ficción literaria. Sin embargo, desde mi óptica
los libros sagrados son arte.
La literatura me da
el 50% las respuestas como la religión a otros (ya que muchos se cuestionan "Dios, por qué a mí", como si
fueran exentos por el hecho de "tener fe").
Por ende, he de creer
también en otra cosa, en la Ciencia, que me otorga la otra mitad de las
respuestas.
Esta creencia hace
que si mi hija siente un malestar en el estómago vaya al médico, y nunca se me
ocurriría pensar en que está empachada.
Esta manera de tomar
la vida que me la heredó mi papá, tiene sus pro y sus contras. Por ejemplo, mi madre
que es fiel creyente de mamá María y papá Dios, corre con la ventaja de tener
un "terrenito en el cielo" y allá la esperan sus ancestros a la
derecha del padre. Pero con la desventaja de sentir en todo momento la culpa
del pecado original.
Cierto día ella me
pidió auxilio porque sentía un terrible dolor en las piernas. Entonces en pleno
domingo, la convencí de ir al médico y fuimos al sanatorio Chaco.
-Y que me va a decir
el médico?- preguntó irónica - Yo sé bien lo que es esto.
- Cómo vas a saber.
- Hmm...
Esperamos unos veinte
minutos. Mientras ella espiaba por la rendija de la puerta.
Luego pasamos al
consultorio.
Nos recibió un doctor
bonachón, una especie de papá Noel sin barba y sin traje.
- ¿Cómo está
señora?
- ¡Mal! Cómo voy a
estar.
El médico tenía una
paciencia de elefante y soportó el dardo con entereza.
- ¿Y qué es lo que le
está pasando? Cuentemé.
- Me duele la pierna
derecha, está afiebrada. Una vez tuve erisipela. Quizá sea eso de nuevo.
El doctor la
revisó.
- Para saber
exactamente que tiene hay que hacer unos análisis de sangre. Por ahora va a
tomar un calmante para el dolor.
- Depende que tipo de
calmante sea porque tomo muchos psicofármacos.
- ¿Y por qué toma
tantos?
- Soy depresiva desde
los 33 años. Últimamente ando cada vez peor. Estoy muy agotada y tengo mucho
miedo de quedarme sola en mi casa. Hace unos días ya que estoy viviendo con mi
hija por ese motivo.
El doctor se quedó
pensativo. Se cruzó de brazos y se recostó contra la pared. Calló durante unos
segundos. La miró muy serio y le dijo:
- Señora, ¿usted hizo
revisar su casa?
En ese instante creí
más que nunca en la Literatura. Pues la escena parecía sacada de un cuento de
García Márquez.
- No doctor.